LA HERIDA SILENCIOSA DE SENTIRTE PUESTO EN DUDA.

LA HERIDA SILENCIOSA DE SENTIRTE PUESTO EN DUDA.

 

Y justo ahí, en ese punto donde se siente la grieta, también nace la fuerza para decidir: ¿qué quiero seguir cultivando?, ¿desde dónde quiero seguir sirviendo? ¿para quienes?

Porque hay algo que casi nadie dice cuando habla de emprender con propósito: que no basta con tener claridad, pasión o conocimiento. También necesitas sanar. Necesitas soltar la necesidad de aprobación, dejar de buscar certezas en ojos que no saben lo que estás creando desde adentro. Dejar de estarnos buscando constantemente en los ojos de los otros. Perder el miedo a soltar lo que ya no me resuena.


Ser digno de confianza no se trata solo de que los demás lo vean. También es una práctica íntima contigo misma: confiar en tu proceso, confiar en tus ritmos, confiar en lo que no se ve todavía pero ya germina.

Y en ese silencio donde a veces se siembra la duda, también se puede sembrar una certeza: la de no traicionarte, la de volver siempre a ti.

Ese volver a mí, ese elegirme y confiar en mi propia voz es lo quiero asumir a partir de hoy, cuánto tiempo tenemos para vivir, en este aspecto no tenemos certeza y si estamos desperdiciando nuestra vida en lugares que no; nos llenan, si estamos eligiendo tolerar conductas que no, nos representan y que nos hacen sentir incómodos. Si esos momentos que fraccionan las relaciones, son una oportunidad para replantear lo que hemos venido eligiendo y tolerando hasta ahora.

Hoy me he levantado con la pregunta: ¿y si es hora de nacer diferente? Porque lo que nos hace sentir incomodo es un punto para sentarnos a ver qué pasa y dejarnos llamar por nuestro propósito más superior.

   

El 28 de mayo de este año, en una conversación en un consultorio empresarial, el asesor de marca que me está ayudando a idear mi negocio me lanzó una frase que no he dejado de rumiar desde entonces:


“¿Y si las tazas son solo una excusa?”

En el momento lo dijo refiriéndose a los clientes: que tal vez las tazas que personalizo son solo una excusa para que las personas expresen lo que sienten, para regalar desde el alma, para ponerle palabras a lo que no se dice todos los días.


Pero yo lo tomé de otra forma.
Me tocó.

 

Me quedé pensando: ¿Y si también son mi excusa?
Una excusa para dejarme ver, para expresar, para mostrar lo que he ganado hasta ahora…
Una excusa para expresar los aprendizajes de mis noches oscuras, lo que me mueve a mostrarme vulnerable, emocional sin culpa.

 

Y ahí me di cuenta de algo incómodo:
Tengo unas ganas inmensas de comunicar. Me vibra. Me atraviesa. Me sana. Pero tengo dudas, tengo miedo de dejar lo conocido y ¿si me equivoco?


Pero esta duda me niega el eco de mi propia voz.


Y esa negación no es inocente, no es ligera:
me está conteniendo en lugares que hace rato ya no me representan.
Espacios donde me quedo pequeña, donde siento que hago cosas que no me competen, pero las elijo seguir haciendo, quizás hoy he aprendido que ese darse demás no tiene propósito, me agota.

 

Hoy sé que las tazas no son solo una excusa.
Son un puente.
Pero mi voz también quiere cruzar a ese lado donde siento que está bien ser yo misma.

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario