CADA DÍA ABRAZAMOS UNA NUEVA VERSIÓN DE NOSOTROS
Ojalá pudiera ponerle un candadito a mi alma, para abrirla cuando lo sienta y mostrar todo lo que está emergiendo dentro de mí. Estos últimos meses han traído a la superficie varios pensamientos. No sé si les ha pasado que, en esos momentos de reflexión, llegan sensaciones desde el fondo de su ser, como pequeñas señales que nos piden ser revisadas.
Eso es justo lo que he sentido estos días. He notado cómo algunas personas remueven cosas dentro de mí, y me he encontrado con la necesidad de sentarme, escribir y hacerme preguntas. Tengo la sensación de que estoy construyendo una nueva versión de mí misma, una "Lili diferente".
En esta versión hay cosas que antes hacían parte de mi vida pero que ya no encuentran lugar, y, al mismo tiempo, aparecen personas que están más alineadas con la forma en que veo el mundo hoy. Lo curioso es que ahora soy capaz de soltar las expectativas y las idealizaciones que antes tenía. Me siento en un espacio donde puedo ver la naturaleza de cada persona sin que eso me abrume, sin sentir la necesidad de que nuestras visiones coincidan o de encajar en sus moldes. En este mundo interior que voy construyendo, abrazo la imperfección más que nunca, aceptando genuinamente que cada uno de nosotros es único. Porque, aunque lo digamos o lo expresemos, a veces esa comprensión no está bien enraizada dentro de nosotros, y terminamos juzgando el actuar del otro.
He estado revisando mi línea de vida y me doy cuenta de que hoy mis escritos tienen un tono más positivo y lleno de acción. Sé que este cambio no ha ocurrido de la noche a la mañana; ha tomado años ir construyendo una visión más honesta de mí misma. Y no me refiero a cómo los demás me ven, sino a la verdad con la que hoy me miro. He aprendido a reconocerme con orgullo en algunas de mis habilidades, a comprender que en ciertos aspectos me falta más práctica para destacar, y aceptar que en otras áreas simplemente no soy buena. Cometo errores en la forma en que me relaciono con las personas. A veces me doy cuenta de que no me intereso genuinamente por los demás porque temo que me quiten la paz, o que sus acciones me hagan sentir incómoda, así que pongo un freno, mantengo la distancia para evitar que se acerquen demasiado. Esa selectividad me hacía sentir incómoda, sobre todo cuando elegía alejarme de personas con las que solía estar, y me daba un poco de pena con ellas.
Sin embargo, ahora entiendo que es natural que algunas personas se vayan de nuestras vidas. No porque sean malas personas, sino porque estamos habitando nuevos entornos, sumergidos en nuevas actividades que nos acercan a quienes están en el mismo camino que nosotros, quienes hablan el idioma del presente. Cuando ya no compartimos ideales con los amigos del pasado, las brechas se hacen más grandes.
Así que estos días me he permitido dejar aflorar esa sensación de soltar, de perder el miedo a ser abandonada o rechazada. He dejado ir el pensamiento constante de que las personas tienen que elegirnos siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario