¿POR QUÉ MUESTRO MIS PROPIOS DOLORES?
A veces, pasamos por momentos en la vida que nos marcan tan profundo que sentimos la necesidad de encerrarnos en una burbuja, construimos muros para protegernos de futuros episodios de tristeza, ansiedad, dolor o melancolía. Nos blindamos, buscando que la próxima vez no duela tanto. Este impulso por protegernos es natural, pero nos recuerda algo más: la comprensión de los desafíos ajenos se vuelve mucho más sencilla cuando hemos caminado por ese mismo terreno. Irónicamente, nos cuesta ser realmente empáticos cuando el dolor no es nuestro, cuando desconocemos que se siente padecerlo.
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¿Por qué, entonces, tengo este impulso de mostrar mi dolor a los demás?
Es probable que muchos nos hayamos cruzado con frases como “sana tus heridas en silencio” o “no hace falta contar todo.” Pero, para mí, estas frases nunca me aplican. Siempre he sentido una profunda inclinación a escribir y compartir mis emociones con el mundo, especialmente cuando he alcanzado la claridad para comprenderlas.
Para mí, esta apertura tiene mucho sentido, la encuentro en las palabras escritas; si tuviese que verbalizar mis desafíos me costaría hacerlo.
Lo que me impulsa a compartir mis sentimientos nace de la liberación que siento al exponer mis luchas, del poder interior que descubro al mostrarme vulnerable, y de la resiliencia que he aprendido que tengo.
Creo, además, en el valor de mis experiencias como posible guía para quienes atraviesan situaciones similares. En mi mente tengo presentes a esas personas, libros, canciones y frases que, en los momentos más retadores, me han ayudado a entender mi propio proceso de vida. Personas que, a menudo, me han inspirado a ser mejor, sin siquiera haberlas conocido.
Muestra tu vulnerabilidad cuando estés preparada.
Un consejo que te doy hoy es, que encuentres la manera de exteriorizar tus emociones. Por ejemplo, a mí me encanta escribir, cantar a grito herido mis canciones favoritas, soy fan de la música que me trasmite emocionalidad, me siento un ser emocional. Justo tengo una canción con la que me desahogo cuando los ojitos quieren lloverme y se llama “Necesito llorar” de Javier Vázquez.
También me dedico al trabajo manual. Este me permite estar en silencio y dejarme fluir sin tanta ansiedad y preocupación, la mente se centra en lo que está haciendo y se aleja de las distracciones. Mi rumia mental ha disminuido desde que empecé a cultivar mis pasiones.
Quiero invitarte a que reconozcas tu forma de ser y de reponerte, si aún no la has descubierto empieza a identificar esas actividades que te hacen sentir serena, recargada de energía, centrada y en paz contigo misma. Para algunos conectarse con la naturaleza es liberador, ir al gimnasio es la rutina de otros para desafiarse a sí mismos. Rodearse de personas que los quieren y hablar de lo que sienten y sentirse livianos es el refugio de otros. En cambio, a mí me gusta estar a solas, porque me siento libre sin ser juzgada, me sumerjo en mis escritos y solo converso con otros lo que considero oportuno y es que mi inclinación es a sanarme a mí misma. No hay una forma perfecta de aprender a sobrellevar las cargas emocionales, pero si una que se adapte a lo que somos, está en la observación diaria aprender a identificarla.
Elige bien en qué te refugias, evita caer en actividades que te dañen o lesionen. Cada vez que sientas que no puedes lidiar por ti misma con un desafío, busca ayuda. Se dice que la actitud más valiosa que podemos tener es la capacidad de decir: AYUDA. Rodéate de tus personas sol, esas que te calientan el corazoncito.
Para terminar, te dejo este recordatorio, repítete a ti misma : Mis sentimientos y experiencias son validos y merecen ser escuchados.
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