SÉ LO QUE TENGO QUE HACER… PERO NO LO HAGO.

No es que no sepa que hacer. Es que estoy aprendiendo a soltar mi bloqueo interior. Tengo un emprendimiento donde expreso emociones a través de detalles personalizados. Lo comparto en una página de Instagram. Mi reto hoy es aprender a salir en cámaras, estoy aprendiendo a hacerlo.

Siempre me he dicho que mi comunicación es escrita, que escribo más y hablo menos. Entonces empecé con esta pregunta: ¿qué pasaría si ya soy la comunicadora que sueño ser y solo me falta expresarlo sin miedo?

El paso siguiente que realicé fue este listado de las cosas que me gustan y de las que podía hablar:

  • ·         Aprender por mi cuenta, me hace responsable de mi propia vida.
  • ·         Tener hobbies creativos, me hace sentir versátil.
  • ·         La curiosidad interior me motiva a aprender cada día.
  • ·         La música con sentido me conecta con la felicidad.

 

¿Qué compartiría de mí con los demás?

  • ·         Cómo utilizo la escritura reflexiva.
  • ·         Dónde encuentro información de valor para construir el ser.
  • ·         Qué canciones me gustan.

 

¿Cómo hablo, cuál es mi tono?

  • ·         Tengo sensibilidad profunda, soy emocional.
  • ·         Soy capaz de mostrarme vulnerable.
  • ·         Me atrevo a mostrar mis procesos internos
  • ·         Genero inquietud interior.
  

Y aun con todo este trabajo interior — de preguntarme, de sentarme, de cuestionarme — mi voz todavía no se atreve a expresarse.

Así que, como buena aprendiz, escuché de una mentora estas palabras “No se trata solo de saber qué quieres. Se trata de ver qué te impide moverte. ¿Cuáles son las creencias que te repites? ¿Cuáles son esas frases que te dices sin darte cuenta?

Ahí comprendí que cuando me digo “mi comunicación es escrita”, en realidad estoy marcando un límite que me impide explorar nuevas formas de expresarme.

Si bien es cierto que tengo facilidad de expresión escrita, no es lo único que podría hacer y la forma en la que lo digo es la que debe cambiar “Se me da bien escribir” “Me apasiona la escritura” “La escritura es una de mis formas de comunicarme”

Por eso cada vez que te asalte esa duda, de qué aun sabiendo que podrías hacerlo, y no lo haces. Revisa que te estás diciendo a ti misma, ¿Qué es lo peor que puede pasar? Dedica unos minutos diarios a escucharte; al mirarnos empezamos a cambiar esos patrones que no nos hacen bien.

 

¿Y cuál es el reto que tienes tú en este momento?
Identifica tu punto de partida y empieza desde ahí, aunque sea con una frase diferente. Cuéntame en los comentarios o si ya has vencido uno de tus bloqueos internos ¿ cómo lo has logrado?

Yo empecé cambiando la forma de decirlo y reafirmando que aun con miedo, me atrevo a hablar. Mi voz tiene valor y merece ser escuchada. 


 


¿QUÉ TE CAUSA FELICIDAD INTERIOR?

La felicidad interior no siempre se manifiesta como una sonrisa permanente o una vida libre de desafíos. Es más bien esa sensación serena de estar en paz con lo que somos, con nuestras decisiones, y con el camino que elegimos transitar.

Pero... ¿es igual para todos?

 

 La felicidad interior es personal

Cada uno de nosotros tiene un idioma emocional propio. Para algunos, se traduce en momentos de silencio; para otros, en una tarde rodeados de amigos o creando algo.

¿Qué te conecta contigo? ¿Cuándo sientes que tu corazón respira libremente? ¿Qué espacios, experiencias o personas te recuerdan lo que realmente importa?

 

 ¿Cómo se construye la felicidad interior?

Ella no depende exclusivamente de factores externos. Podemos cultivarla a través de acciones conscientes y elecciones cotidianas, como:

 

  •  Priorizar actividades que nos llenan el alma (nadar, escribir, caminar lento)
  •  Rodearnos de personas que nos ven realmente y nos aceptan
  •  Crear manualidades, espacios o experiencias que nos reflejen y nos reconecten
  •  Darnos permiso para sentir, soltar, agradecer y comenzar de nuevo.

Para mí, la felicidad interior no se trata de logros visibles ni de resultados perfectos. Es serenidad interior, que aparece cuando decido con el corazón y me permito ser fiel a mí misma.

Es sentir que, pase lo que pase, me atreví. Que las decisiones que tomé en el día resonaban con mi propósito interior, aunque nadie las valide o las celebre. Es actuar desde esa paz silenciosa que no necesita aprobación, solo coherencia.

Porque cuando lo que siento lo miro con honestidad, con verdad, sin miedo, me habita una calma que no depende de los aplausos. Esa, para mí, es la verdadera felicidad interior.

También hay una forma de felicidad que aparece cuando estoy rodeada de personas con las que puedo ser yo sin filtros. Cuando puedo hablar de mis miedos, de mis inquietudes; pero también de lo que he logrado. Es una energía cálida, tranquila, que se nutre de la compañía sincera.

 

Es esa felicidad que se siente cuando, aunque no necesito validación, me rodeo de personas que celebran lo que he construido con amor. Que, si en algún momento siento miedo, simplemente me escuchan, sin juicio. Y eso, a veces, es suficiente para sentirme a gusto.

 

Y está también esa gran felicidad interior que aparece cuando hago las cosas que me gustan. Es una sensación distinta, profunda, como la que experimento cuando estoy nadando: una calma que me envuelve, una serenidad que se instala sin proponérmelo.

 

Cuando empezamos a habitar el presente y a sentirnos en sintonía con lo que hacemos, descubrimos que hay muchas cosas que nos generan bienestar profundo. Porque la felicidad no siempre es reír a carcajadas; también es sentir calma al cerrar los ojos, paz al tomar decisiones honestas, plenitud al hacer lo que resuena con el corazón.

 

Es estar feliz contigo misma. Con lo que irradias. Con la luz que nace cuando eres tú, sin más.

La felicidad interior también se transmite. Se revela cuando logramos ver al otro con un aprecio honesto, cuando escuchamos con el corazón y no solo con los oídos. Ese gesto, aparentemente simple, es uno de los regalos más valiosos que podemos ofrecer: atención genuina, presencia real.

A veces me cuesta, lo confieso. Pero lo estoy aprendiendo. Aprendiendo a percibir cómo está el otro, a quedarme un momento más en silencio, a abrir espacio para que el otro sea. Y cuando eso ocurre, cuando hay ese intercambio sin pretensión, descubro que la felicidad interior también fluye hacia fuera… como un rayito de sol que calienta suavemente.

 

Hoy te invito a hacer una pausa y preguntarte: ¿Qué me ha hecho sentir paz últimamente? ¿Cuándo he sido fiel a mí, aunque nadie lo haya notado?Escribe. Respira. Camina. 

Habla con quien te escucha de verdad. Regálate esos momentos en los que la felicidad no necesita nombre, solo presencia.

Y si alguna de estas palabras resonó contigo, compártelas con alguien que pueda necesitarlas. Porque la felicidad interior también se contagia, cuando se ofrece desde el corazón. 💛

 

 


LAS PALABAS QUE ME HAN SOSTENIDO.

 

LAS PALABAS QUE ME HAN SOSTENIDO.

 

Escribo para quedarme conmigo cuando quiero huir.
Escribo para no juzgar a la que fui.
Escribo para recordarme que incluso cuando el corazón se cierra, puedo abrir una rendija y quedarme ahí, respirando.

 

Hay días que saco mis libretas viejas y empiezo a releer lo que escribí, me gusta hacerlo para ver el tono de lo escribía, en algunos escritos encuentro rabia y reproches. Y con el paso de los días esos reproches se fueron convirtiendo en esperanza, en sueños, paz interior  y acciones.

 

Escribía con la ilusión de poder entender lo que yo estaba enfrentando, siempre me he hecho muchas preguntas, desde un por qué, cómo estoy en el momento, hasta cómo me quiero sentir luego de mirarme. Y encontré en la escritura una gran compañera y aprendí a tener conversaciones incomodas conmigo misma. Quizás esas que hoy me cuesta tener con los demás y es que la confrontación me hace sentir frágil. A veces solo me voy de esos espacios, por no elegir discutir lo que para mí es claro, cuando tengo un conflicto con alguien, la persona no ve; pero ya, yo he realizado un proceso de introspección y determino si vale la pena o no intentar mejorar esa relación.  

 

En ese momento en que yo sentí que me hablaba con honestidad interior, encontré el valor de la escritura. Observar no es evitar, es notar. Y notar es empezar a ver que partes de mí quiero dejar hablar. Las veces que no actuaba por miedo, los sueños que se repetían una y otra vez y no los emprendía.

 

Empecé a hacerme responsable sin culparme, noté heridas, inseguridades, reacciones defensivas y mucha rumia mental. Comprendí también que no todo requiere una respuesta inmediata, que es importante decir; tómate un momento para tener toda la información clara y decidir. Se compasiva contigo “Lili”

 

Cómo llegue a la escritura. Siempre he tenido una inclinación a escribir, pero hubo un libro que se llama “Las Pequeñas Revoluciones de Elsa Punset” que me atrajo a los ejercicios de introspección, este me hacía muchas preguntas y me sentaba a dar respuesta a ellas. Eran preguntas de conocerse a uno mismo, sobre lo que me apasionaba y cartas a uno mismo. Así me fui creando el hábito de escribir, no solo cuando estaba triste si no cuando sentía que estaba viviendo un buen momento. De hecho, siempre he tenido la idea de escribir un libro sobre todo lo que he vivido.

 

Hubo un momento en mi vida que fue muy oscuro, que lo hablé en un artículo anterior sobre los terrores nocturnos, lo que más me sostuvo en esos días fue escribir lo que sentía, escuchar música positiva y repetir frases que me devolvieran a mi misma, esas de sentirme a salvo, que estaba protegida. Tuve que aprender a quedarme sola sin ruido exterior y el interior se fue a pagando, y empecé a preguntarme sobre mi propósito de vida y así fueron llegando varios libros que le dieron un poco de claridad a esa confusión interna, como La Brújula Interior y El Hombre en Búsqueda de Sentido.

 

Libros que marcaron un antes y un después en mi vida. Me abrieron la posibilidad de verme desde adentro y enseñaron que conocerme no es solo verme yo, es aprender a ver la herida en el otro. Porque cuando reaccionamos desde nuestro impulso nos herimos y herimos a los demás. 

 

Hoy sé que escribir no me salvó una sola vez. Me ha salvado muchas.
Me ha devuelto la atención en mí cuando la perdía, me ha recordado quién soy cuando me sentía confundida.


Y, sobre todo, me ha enseñado que es bueno que el silencio hable primero, cada palabra que nace desde adentro es válida, el aprender a observar antes de reaccionar, pensar en un propósito de vida, escuchar incluso cuando duele, que hay una danza invisible dentro de uno, y si aprendemos a quedarnos un ratito en silencio, a escucharnos, y a escribirnos con honestidad. 

 

La escritura reflexiva nos ayuda a ver que nuestras emociones son una energía que se puede redirigir, no suprimir.

 

No escribas para ser entendida, escribe para no traicionarte.